viernes, 28 de agosto de 2015

Entre una nación y otra... y otra.

Dicen por ahí que quienes han vivido en dos países están condenados a siempre sentirse fuera de casa; esto porque no importa dónde estén, siempre hay una nostalgia por regresar al otro hogar.
Yo tengo ya 15 años viviendo en México y cada que voy a Bolivia de vacaciones encuentro muy doloroso el regreso, pero si tomara mis maletas y volviese a mi Santa Cruz de manera definitiva... extrañaría a esta otra tierra que me ha dado cobijo.
Es esa sensación de añoranza dolorosa ("añoralgia" dirían Les Luthiers) nos inunda mientras estamos de este lado del universo. No importan las circunstancias que nos rodeen, siempre estaremos un poco incómodos  porque hemos conocido -por lo menos en fe- cuál va a ser nuestra ciudad definitiva. Hay un apego a ciertas cosas y ciertas personas de este mundo, pero hay una nostalgia por ese lugar... o más bien, por quien nos espera al otro lado del sol.
La gran diferencia es que no extrañaremos ni esta tierra, ni este tiempo. La presencia del Señor Jesús será suficiente para llenar toda añoranza sin empañar la melancolía de estos tiempos fugaces.
Bueno, siempre que, de la encantadora ciudad de Santa Cruz regreso a México,  me entra un desbalance "geográfico-sentimental", y eso se acentúa mientras voy atravesando los cielos porque siempre estoy abandonando la tierra en que nací, dirigiéndome a la tierra en que nací espiritualmente... mientras contemplo las nubes, esas nubes que esconden nuestro anhelo y, de donde vendrá el que me llevará a mi habitación eterna a su lado.
Toda la tecnología que abunda en los aviones no aminora esa sensación de "extranjeréz" que me arrebata. Tal vez por eso, mientras surcábamos los aires, decidí ver "West Side Story", esa película que tantas veces había visto en compañía de mi mamá, y que en una escena fantástica, toca el asunto de la tierra que se deja, sin saber si en verdad en la nación adoptada, en verdad se está mejor.
En nuestro caso, la nación que nos ha adoptado, la tierra a la que iremos a vivir con nuestro Señor, será sin duda mucho mejor de lo que jamás habríamos imaginado.
Te dejo la escena (que seguramente conoces) y que me gusta mucho. (Un día contaré lo que pensaba cuando veía esta escena en mi flamante VHS hace más de 20 años)

viernes, 21 de agosto de 2015

No me asusta el acertijo...

Interpretando "El teléfono del amor"
1991
Les Luthiers me acompañó desde pequeño. El primer cassette (sip, en aquellos tiempos eso era un gran avance tecnológico) que llegó a mis manos fue "Hacen muchas gracias de nada", a mediados de los años 80.
Recuerdo haberlo desgastado escuchando todo una y otra vez; como es lógico, no entendía ni la mitad de los chistes ni referencias que se hacían, pero no importaba, lo que alcanzaba a entender era suficiente.
A pesar de no comprender bien lo que se decía (además hay que recordar que no existía el internet, por tanto no había dónde buscar la letra de las canciones o cosas semejantes) memoricé todo el show, simplemente de escucharlo tanto.

La payada de la vaca
1992
En los tiempos de colegio nos dedicábamos a representar esas obras cada que había alguna oportunidad. Como no había videos, rellenábamos con imaginación todo lo que no teníamos en conocimiento.
Años después, y en los momentos más inesperados -de pronto y de la nada- alguna idea cobraba sentido y comprendía el chiste o el juego de palabras. Alguna vez me sucedió eso estando en un autobús de la línea 4, camino a mi casa, y no pude aguantar la risa... lo que me generó miradas al rededor porque sin ningún tipo de razón este muchacho comenzó a reírse en medio de un trayecto sin gracia.

Con la Palabra de Dios nos pasa igual. Muchas cosas no las comprendemos bien, pero si las guardamos en nuestro corazón, en algún momento el Espíritu Santo unirá los cabos sueltos y en el instante adecuado todo estará claro. También me ha sucedido eso: pasajes que estoy meditando porque no los comprendo, luego de un tiempo, sin previo aviso y sin nada relacionado, cobran significado... normalmente no me carcajeo como me pasó con Les Luthiers, pero siempre es un motivo de gozo.

Todavía hoy, treinta años después (¡Cómo pasa el tiempo!) puedo decir de memoria shows completos de Les Luthiers. De hecho, muchas veces digo frases que son tomadas directamente de sus conciertos (En las introducciones que hago para Converso verso a verso, frecuentemente hago alusiones a diálogos de Les Luthiers). En la universidad, con un grupo querido de amigos hablábamos casi en clave citando frases y palabras lutherianas.

Que La Palabra abunde en nuestros corazones y podamos meditar en ella, no sólo hasta memorizarla, sino hasta que sea parte de nuestras vidas.

Esto lo escribo hoy porque amanecí con la noticia de la muerte de Daniel Rabinovich, uno de los integrantes de Les luthiers.
¡Achicoria!

Para quienes no conocieron a Les Luthiers, aquí un tema que canta Daniel Rabinovich "Neneco"


martes, 11 de agosto de 2015

La Cambópera y mis días

Acabo de ir a un concierto... mmm... ¿Concierto? En realidad, decirle concierto desconcertaría a más de un participante porque fue algo mucho mayor a un concierto.

La cosa es que lo disfruté mucho por diversas razones, la principal: porque fui con mi familia. La segunda: porque simplemente todo estuvo bien hecho (que hay cosas que podrían mejorarse, sin duda, pero que de eso se ocupen los que se deben ocupar de esas cosas).

Pero otra cosa que me deleitó fue el ver el mismo teatro en el que yo me presentara tantas veces, ahora ocupado por chicos que han ido mucho más allá de los horizontes que nosotros teníamos en aquellos dorados principios de los '90 (y muchos de esos chicos los vimos como párvulos en la vida y en la música)

En ese teatro pasamos tiempos de angustia en ensayos infructuosos y también recibimos aplausos generosos. Dios sabe cuánto ha marcado mi vida con cada espectáculo montado cuando niño.
A Pablo lo conozco desde que yo
era un jovenzuelo y él un niño
Incluso hubo un momento en que la nostalgia me arrebató y me dieron ganas de regresar a esta mi Ciudad de los anillos (tal vez todavía puedo ganarme un lugar en la Camerata como baterista) pero luego volví los pies al suelo y-sobre todo- los ojos al cielo y me di cuenta de que ese tiempo fue hermoso, pero ahora tengo otro propósito y otras tareas que hacen de este tiempo presente algo hermoso también.
Qué fácil es desenfocarse y perderse en el pasado. Sumergirse en un "qué lindo fue aquel tiempo..." O perder la perspectiva ante un irreal "Cómo sería si es que..." (El famoso "what if" anglosajón) o incluso un angustioso y futurista: "Cuando sea..."
El pasado, el futuro y el imaginario son grandes distractores. El hoy es hermoso porque es lo que Dios nos da día a día (hay quien dice: "el ayer es un recuerdo, el mañana es incierto. Sólo tenemos el hoy, y ese es un regalo, por eso lo llamamos "presente"). Hoy, en la circunstancia que esté, es hermoso porque es un don de Dios.
Y el hoy de los chicos de la Camerata suena bien para el mañana que llegará. Hoy por hoy me gustó escucharlos, pero no me atrevería s cambiarle la paleta al pintor que hoy me dibuja en otro cuadro.
Eclesiastés 3:11 "Todo lo hizo hermoso en su tiempo..."